sábado, 2 de junio de 2012

Vida consagrada

El domingo de la Santísima Trinidad se celebra la jornada de la vida consagrada. Para todos aquellos que vivimos esta vocación nos resulta sorprendente la idea de inutilidad que posee mucha gente de nuestra vocación. Ya en el siglo de las Luces se veía improductiva nuestra vida, no válida, en una palabra para la sociedad, con la desamortización de Mendizábal, sucedía que solo si las monjas desarrollaban una labor social era reconocida su derecho de  supervivencia.

Pero llegamos a hoy en día que son los propios creyentes, padres de familia o sacerdotes que no comprenden nuestra vida, que consideran una equivocación  que la iglesia se ocupe del oficio divino, del rezo, hay tanto que hacer con los pobres.

Sin embargo nuestra existencia se debe a la iniciativa de Dios, que llama a un estilo de vida orante, de alabanza, de intercesión, de dedicarnos a solo El, sin anteponer nada a Dios.

Quizá se pueda pensar que elegimos nosotras nuestra vida de consagración pero el Señor puso en nuestro corazón el deseo de su búsqueda en la oración y sencillez.

Nuestra vida se puede comparar a los dos céntimos que hecho la viuda en el templo, completamente inútiles para el mundo, para los ojos de la gente, carentes de valor para aquellos que buscan eficacia, pero que no pasaron desapercibidos para Aquel que todo lo ve y lo aprueba, la viuda echo más que otros pues echo todo lo que tenía para vivir, y en eso nosotras hemos entregado la vida, toda nuestra vida.

También nuestra vida se compara a un buen perfume derramado a los pies de Jesús, para algunos perdido y sin sentido, para otros que mejor se ocuparía en los pobres, pero nuestra vida se derrama a los pies de Jesús como ofrenda en su alabanza y en su gloria y no nos duele amar a Dios, por Él mismo.

Todos los santos han amado la oración y la han ensalzado, ¿cómo se puede hoy en día criticar el medio de unión que tenemos con El, el medio de diálogo con nuestro mejor amigo?.

La primitiva iglesia solucionó el problema de los diferentes ministerios repartiendolos entre los distintos creyentes.  No por amar la oración podemos dejar de  querer   la ayuda al prójimo, opción preferente de la iglesia. En nuestro corazón deberían tener cabida los mejores deseos.